A los seis años le pidió a sus padres que la dejen jugar al fútbol, ellos, pensando que era una moda y no le iba a gustar, decidieron darle la chance, hoy tiene 22 y eligió Argentina para estudiar, encubriendo a su verdadero amor, el fútbol.
A los seis años, quiso compartir con sus amigos de la escuela francesa en Varsovia (Polonia). Ines se encontró en el vestuario, estrenando sus botines, con nervios y ansiedad por salir al campo de juego…
¨¿Qué haces vos acá? El fútbol no es para chicas¨. Esa fue su ‘bienvenida’. Sus compañeros pusieron todos los prejuicios en la mesa, mientras ella respondió ‘vengo a jugar, como ustedes’.
Con apenas 12 años y un gran amor por el fútbol, logró ganarse el respeto de sus pares hombres, dentro y fuera de la cancha: jugó casi toda la primaria con varones, en cancha de 11, hasta que ya no pudo, por reglas de la institución (los hombres y las mujeres a partir de cierta edad no compartían las clases de educación física).
Sin dejar que esto la frenara, se puso en la búsqueda de un club con fútbol femenino, con no más de una docena de años. Sabía que éste era su deporte favorito y nada la iba a alejar de él.
Finalmente en Varsovia encontró un equipo, pero el entrenamiento era muy duro, el DT gritaba mucho y los horarios de los partidos se superponían con los de escuela. Parecía que todo estaba destinado para que Ines colgará los botines. Sus padres le exigieron priorizar sus estudios y tuvo que abandonar el equipo.
Los años pasaron, y las posibilidades de estar en una cancha de fútbol eran cada vez mas lejanas.
A los 18 ¨La Pola¨ (como fue apodada en Argentina) se mudó a Francia para comenzar sus estudios universitarios, con la ilusión de encontrar un equipo de fútbol en el campus de su facultad. No solo no había equipo, el rector no tenia intenciones de facilitar las herramientas para que exista la posibilidad.
Con las palabras de sus compañeros girando en su cabeza ¨el fútbol no es para chicas¨ decidió armar ella misma su propio equipo en el campus. Averiguó y sólo existía un entrenador, era un alumno de segundo año y solo entrenaba hombres. Sin bajar los brazos consiguió, una por una, las 11 mujeres que iban a formar parte de esta aventura y logró, con el tiempo, convencer al entrenador para que las lidere.
A pesar de todo el esfuerzo que puso para llevar a cabo este proyecto, tanto el entrenador como sus compañeras no se lo tomaron con seriedad.
Participaron en algunos torneos, pero su nivel no alcanzaba las expectativas, aunque la experiencia fue muy divertida con e equipo del campus Dijon,
En el tercer año de sus estudios, Ines debía decidir a que país hacer un año de intercambio. La gente de su campus tenía que ir a Europa del este, pero como ella era de Polonia podía elegir cualquier país del mundo. La pelota ahora estaba de su lado. Sin dudar un segundo, Argentina se clavó en su mente como un gol de tiro libre. Por fin iba a poder vivir, sentir y respirar fútbol.
Con un pie dentro del avión y otro en el suelo albiceleste, buscó las mágicas palabras en Google ¨fútbol femenino¨ y sin sospecharlo, estaría dándole inicio a una de las mejores historias de su vida.
El sol y el viento pegaban fuerte una tarde como tantas otras en Caballito, Axolotas se preparaba para entrenar y entre saludos y mates, un acento extraño llama la atención de todas.
El coordinador de la escuela Turenita, estaba presentando a Ines a su nuevo equipo, ella con un poco de timidez y una sonrisa de oreja a oreja, intentaba darse a entender con sus nuevas compañeras, las cuales en un segundo hicieron llover miles de preguntas y bautizaron a la nueva adquisición ¨La Polaca¨.
Aprendió que el tercer tiempo es tan valioso como cualquier otro, que una jugadora es también una amiga, pero por sobre todo, que un equipo es una familia y esta era de esas que jamas iba a dejar.
Ines, después de tanta pelea y tanta lucha para hacer un lugar al fútbol en su vida y en su corazón, se encontró con que el fútbol, ahora, le pedía a ella que expanda el pecho para llevarse de nuevo cada recuerdo, cada compañera y cada abrazo de gol a su Francia querida.
Jugó cada partido como si fuese un Mundial, dejó hasta la rodilla en la cancha, y como todo en la vida, algunas veces te da y otra te las quita: una lesión, le robó la ilusión de compartir el torneo Clausura con su equipo en la categoría A, pero aun así, vivió la mejor experiencia futbolista de su vida.
«Cuatro de los 12 meses en Argentina estuve rehabilitándose de los ligamentos cruzados, y sin embargo, jamas tuve tanta experiencia con la redonda como acá«, afirma.
Colaboró con esta nota: Romina Navarro.