Juliana Roman Lozano (32) es colombiana. Lleva más de dos décadas vinculada al fútbol. Es directora técnica nacional y entrenadora de niñas. Se formó en las inferiores de un club sueco. Fue convocada a la selección sub 19 de su país justo en el momento que había decidido venir a la Argentina. Aquí jugó un tiempo en AFA hasta que se le hicieron intolerables ciertas dinámicas de la institución. Integra junto a otras ex jugadoras y directoras técnicas La Asociación Civil La Nuestra Fútbol Femenino.

_mg_9349Tengo el recuerdo claro de estar corriendo con la pelota y querer correr y correr y no parar. Fue como un hallazgo increíble, como amor a primera vista”, relata Juliana sobre su primer partido de fútbol, a los 9 años, en Suecia. Arrancó jugando en el país europeo -donde su familia emigró y vivió durante cinco años- teniendo todo lo necesario: un club, entrenadores, preparadores físicos, ropa de su tamaño. “Competíamos, viajábamos, había premios. Fue una relación muy linda con el fútbol que también me ayudó mucho para aprender el idioma y a insertarme en una sociedad tan distinta y cerrada”. Culminó su estancia con 14 años, logrando el título de Campeonas Nacionales de clubes de Suecia. Y en ese momento regresó a Colombia.

HSJF: Cuando volvés a Colombia, ¿qué diferencias encontrás con respecto a Suecia?
JRL:
Vuelvo a Colombia y el panorama del deporte era totalmente distinto. Siendo adolescente el único ámbito para practicar este deporte era el colegio, pero en el mío no había equipo de fútbol femenino. Entonces jugué un año con los varones, siendo la única mujer y después decidí armar mi propio equipo.

Compitiendo en la UNCOLI, que es la unión de colegios, me vio una jugadora de la selección de Colombia que estaba armando un club para competir en la liga y me convocó al Club Deportivo Internacional de Bogotá (Inter). Éramos chicas adolescentes de muchos colegios. Competíamos en la liga nacional. Nos fue muy bien, salimos segundas. Nos llamaban “Las Chetas”. Jugábamos contra equipos que eran de sindicatos de obreras, de trabajadoras. Fue buenísimo, ahí también aprendí un montón. Tuve la fortuna de volver a Suecia con mi equipo de Colombia en dos oportunidades para competir en un Mundial de Clubes que es una gira que se hace por Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia. La primera vez salimos segundas y fue increíble.

Después me convocan a la selección Bogotá. Fui campeona Nacional del 2000 al 2003. Ahí tuve la oportunidad de tener otro nivel de entrenamiento: masajista, nutricionista, como un nivel distinto de competitividad. También tuve la posibilidad de viajar por Colombia y conocer lugares donde no hubiese llegado sin el fútbol.

Cuando terminé el colegio surgió la oportunidad de venir a Argentina. Cuando estoy por viajar me convocan a la selección Colombia sub 19. Fue una decisión dura, tuve que elegir entre viajar o quedarme a un proceso que en esa época no tenía la seriedad de ahora, eran las primeras selecciones sub 19 que había. En ese año empezaron a hacer todo. Justamente el club donde jugué se convirtió en la cantera de la selección actual del país conocida como “Las chicas superpoderosas”, que son las que fueron al Mundial y a los Juegos Olímpicos. Todo este proceso poderoso que están teniendo ahora las jugadoras nació a principios del año 2000 cuando empezaron a crearse los clubes de inferiores. Esas chicas que juegan ahora en la selección fueron formadas por otras mujeres que entendieron que las niñas chiquitas necesitaban entrenar y tener espacios de pertenencia y de formación.

HSJF: ¿Cómo fue tu experiencia en Argentina?
JRL: Mi experiencia con el fútbol en Argentina fue una gran desilusión. Pensé que venía al país futbolero donde iba a haber otra dinámica, otras facilidades, otra atención con el fútbol femenino y me llevé una gran sorpresa. Una gran discriminación.

Jugué en El Español un año, después San Telmo y luego Huracán. Allí jugábamos en horarios donde no teníamos luz, cancha sin arcos, con uniformes de varones y una lógica del funcionamiento que se traducía en el trato de segunda clase, que nosotras teníamos que estar agradecidas de que el club se dignaba a abrir una actividad de fútbol femenino. Nos estaban haciendo el favor, no había como una óptica del derecho. Era muy jodido habitar esos espacios.

En San Telmo conozco a Mónica Santino y me invita a pensar y armar una dinámica en la Villa 31 a través del fútbol femenino. Con todas estas vivencias, el territorio y mi experiencia de haber tenido el contraste de Suecia y Colombia y después Argentina, fui politizando la manera en que yo habitaba la práctica del fútbol y se me hicieron intolerables ciertas dinámicas que había en AFA. Lo que pasa ahora: el torneo empezaba tardísimo, suspendían todo el tiempo, el club no nos daba un mango, jamás una vianda, un viático. Que son cosas que tienen que estar. Fue un momento de encrucijada, estaba participando del grupo de la 31 como entrenadora y estaba jugando.

Tomé la decisión dolorosa de no jugar más en AFA como una declaración política hacia mí misma, porque a nadie le importa y no ser más parte de esa dinámica. Y sí construir con otro nivel de competitividad, con otras garantías, rescatando otros aspectos, si se quiere como de potencia revolucionaria que tiene el fútbol jugado por mujeres y mucho más en espacios de semejante vulnerabilidad como puede ser una villa.

HSJF: ¿Cuándo tomás la decisión de formarte como Directora Técnica?
JRL: Mi misión personal era generar un espacio para niñas y como Asociación Civil nos parecía fundamental. Comenzamos con un equipo chiquito que se volvió a cada vez más grande hasta que en un momento me enfrenté con la limitación de mis conocimientos como jugadora sobre todo para trabajar con niñas: cuál es la secuencia lógica para enseñar ciertas cosas, cuándo pueden empezar a tener cierta carga, cómo se las prepara físicamente, cuánto puede correr una niña, cuánto necesita descansar, qué tipo de pelota tiene que usar, en qué momento se trabaja la coordinación, cuáles son los ejercicios adecuados para trabajar con cierta edad. Entonces, sentí la necesidad personal de formarme como entrenadora. Estudié en Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA) el curso de Directora Técnica Nacional de Fútbol durante dos años y medio. Fui la única alumna mujer de una camada de 85 ingresantes. Ahí también un millón de desafíos. Aprendí muchísimo y volví mucho más preparada a entrenar a las niñas. Me di cuenta que lo amaba cuando sentí la misma emoción que sentía como jugadora.

HSJF: ¿Cuáles son tus expectativas como entrenadora?
JRL: Mis expectativas como entrenadora es generar espacios de entrenamiento de calidad para niñas donde puedan sentirse parte de un grupo, donde puedan sentirse valiosas, explorar su corporalidad, su fuerza, crear espacios de libertad con la actividad física. El fútbol te da la posibilidad de construir lo que tu propio cuerpo puede llegar a hacer, desde sentir cómo te cambia la respiración, cómo te crecen los músculos, cómo podés hacer un pique y llegar antes, cómo podés coordinar tu deseo mental con la ejecución de un movimiento. Poder verdaderamente vivir eso desde chiquitas. Tener la posibilidad de que una mujer te entrene y lo haga con cariño y con conocimiento. Son momentos que te transforman como mujer y en cómo habitas el mundo y tu propio cuerpo. Y ahí se sintetiza esa frase que decimos: me paro en la cancha como en la vida.

Lo hermoso del fútbol es que yo avanzo en la medida que mis compañeras avanzan. El fútbol tiene esta belleza de ser un juego colectivo. Cobra sentido en un construir juntas.

Creo que una vez que los espacios estén garantizados, niñas y niños deben entrenar juntos hasta cierta edad, creo que hasta los 12 años. Son cuerpos que tienen las mismas habilidades. También hay una transformación social cuando estás compartiendo una actividad que se supone que es masculina con compañeros y compañeras y se desandan un montón de construcciones y de prejuicios.

HSJF: ¿Qué objetivos te planteas como entrenadora?
JRL: Como objetivos que me planteo es aprender a trabajar en conjunto, me parece que en la cancha un equipo juega como piensa entonces tiene que ser un equipo que sea guerrero, solidario, que no se base en el trabajo de una jugadora sino en el trabajo colectivo en donde todas las individualidades exploten a la perfección en función de un objetivo en común. Un equipo que respete a sus rivales y se respete a sí mismo. Y que más allá de un equipo sea un grupo de amigas o amigos. Y sobre todo para las niñas que asuman el deporte y el fútbol como un derecho y tener todas las garantías necesarias para eso.

Creo que los clubes de fútbol les deben muchísimo a las niñas y a las mujeres. Creo que deben abrir espacios para niñas, en las inferiores, realizar muchos más torneos. Siento que ahora hay como un boom gigante del fútbol femenino pero creo que hay una deuda con las niñas que es justamente donde yo hago énfasis y trabajamos fuertemente con La Nuestra.

HSJF: ¿Y cómo jugadora?
JRL: Me encanta jugar al límite de mis capacidades, siempre doy todo en todos los partidos. Me gusta ser solidaria, nunca doy una pelota por perdida. Llevo más de 20 años jugando al fútbol y eso me ha dado la capacidad de analizar bien el juego, de pararme y levantar la cabeza. Me gusta jugar de 5, también jugué de volante lateral. Tuve la oportunidad de ir a jugar al Líbano, me invitaron a participar de un torneo que se llama Girls Football Academy. Estuve allá tres meses. Jugué el campeonato local y una copa internacional de países árabes. Fue increíble la experiencia. Fue muy interesante jugar con chicas de otros lados, conocí una cultura totalmente diferente, otra manera de jugar. Fue como un sueño de ir a jugar a otro país. Me pagaron el pasaje, un sueldo, la estadía, un mimo a la vida de futbolista.

HSJF: ¿Con cuántas niñas estás trabajando actualmente?
JRL: Estamos trabajando con 40 niñas de entre 6 a 13 años. Empezamos con un momento de reunión y de charla donde nos saludamos. Después hacemos una entrada en calor específicamente la parte del cuerpo que más vamos a usar durante el entrenamiento y el partido. Siempre lo hacemos de manera que las chicas que tienen menor nivel puedan sentirse cómodas. Lo hacemos en conjunto y después nos dividimos en las más chiquitas y las que han empezado recién a jugar, y las más grandes. Con las más pequeñas nos funciona muy bien hacer muchísima repetición, con dinámicas distintas y juegos, en cosas básicas: pase, recepción, control de pelota, la conducción y el remate. Tratar de borrar el uso del puntín, hacemos mucho énfasis en el uso del borde interno, en cómo recepcionar la pelota, en levantar la cabeza. Nos gusta salir jugando entonces la pelota siempre tiene que estar en los pies y el pase en la medida de lo posible tiene que ser lindo, un pase redondo.

Con las más grandes ahora jugamos en toda la cancha, que es de 9, ya vienen trabajando conmigo hace dos años. Entonces ya hay un camino técnico recorrido, y lo que hemos hecho recientemente es algo más táctico: cómo me paro en la cancha, cómo me tengo que mover con respecto a mis compañeras, cómo tengo que asistir a mi compañera.

Es un gran desafío, siempre que vuelvo a mi casa estoy exhausta. Trabajar en territorio es poner todo como nunca antes en mi vida y lo hago desde una convicción política, desde la responsabilidad de haber tenido ese privilegio de niña, de haber tenido un equipo, un entrenador. De haber visto una posibilidad, de haberla vivido y querer reproducirla con muchísima convicción, amor y deseo.

Colaboró con esta nota: Sol Trucco

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