Sonia Alesso es de Santa Fe capital y tiene 52 años. Estudió profesorado de educación física y kinesiología. Hace un año juega al futbol y nos cuenta cómo empezó su pasión por él, y como día a día, sus ganas de retomar el deporte de su infancia fueron creciendo.

«Siempre tuve al fútbol entre ceja y ceja» nos cuenta Sonia, quién cuando era chica vivía cerca del Club Regatas Santa Fe. Allí practicó varios deportes, pero principalmente básquet. En esos tiempos las cosas eran muy diferentes: ella se encontraba con las ganas de jugar al fútbol, un ambiente que solo le proporcionaba compañeros hombres y una posibilidad reducida de insertarse en ese deporte que tanto le llamaba la atención.

A la hora de la siesta, gambeteaba a su mamá, a la cama y se escapaba al potrero, a la calle o donde rodara una pelota. No le importaba que la respuesta de sus compañeros de cancha sea ‘te toca ir al arco’ el fútbol, era fútbol, no importaba donde tocara jugar.

sonia-arquera_2Desde que llegó a Buenos Aires a los 22 años, su idea era continuar jugando al básquet, aunque por falta de horarios y grupos desistió. Siguió haciendo vóley en forma recreativa. Mientras estudiaba kinesiología y trabajaba, comenzando de a poco a insertarse como profesora de educación física, iba alejándose cada vez más de su primer amor. Los botines ya quedaban en la historia.

¨Hace un tiempo mí sobrina comenzó futbol femenino y entre mates, le comenté que no podía encontrar un grupo para hacer deportes, ella me comento de Turenita y me invitó a que me una», comentó Sonia.

Después de mucho pensarlo y evaluar cosas cómo, la posición dónde jugaría, el nivel al que se enfrentaría, el desafío de jugar a la par de chicas de entre 20 o 30 años máximo, a sus 51, hacían de esta nueva etapa algo que se convertía de a poco no solo en un desafío, sino casi en una obsesión por permitirse retomar fútbol y demostrar que nunca es tarde para hacer lo que uno añora.

Se impuso dar lo mejor de ella, odiaría hacer el ridículo, por lo que se planteó un cambio de hábitos. Sabía que no iba a ser fácil, pero decidió hacerlo de todas maneras.

Dejó de lado las siestas del domingo, las comidas pesadas, o ese vaso de vino acompañando las pastas y comenzó a desayunar frutas, comer más verduras, complementar con yoga todo el ejercicio aeróbico. “Es una excelente herramienta para elongar y es mágico para sacarse los dolores después de un entrenamiento o partido” afirma. Le suele decir a la profesora de yoga si tiene algún problema especifico, como su dolor en la rodilla, por el gesto motor al patear la pelota o sus problemas en sus hombros que le dejó un accidente en moto hace ya algún tiempo.

Los primeros partidos jugaba en el campo, a veces de defensa, a veces como delantera. Las diferencias con sus compañeras y contrincantes no tardaron en llegar, la velocidad y resistencia de las más jóvenes le mostraban una realidad más competitiva y complicada de lo que imaginó.

Ante esto no solo no bajó los brazos, sino que los abrió, abrazando la idea de su lugar de toda la vida, el arco, recordando lo que una vez la unió al fútbol. Allá a lo lejos y con una sonrisa comparte con nosotros la mejor anécdota que el deporte le dio ¨Era la hora de la siesta, golpearon la puerta de mi casa, eran todos los chicos que me fueron a buscar para convencer a mi mamá, que no me quería dejar ir a jugar al fútbol, ‘Dele doña, que sin ella perdemos’¨.

Esta vez apostando a todo, volvió al arco, descubriendo que se sentía mucho mas cómoda, pasaban los partidos y sentía que se defendía cada vez más. Había vuelto a encontrar, como cuando era chica, su lugar. ¨Empecé a obsesionarme, compre los guantes, los pantalones, todo el equipo”.

Cada día miraba en los entrenamientos a las demás arqueras, nos comenta, en particular a una que tiene mucha experiencia. También nos cuenta quienes fueron sus mentores: Sepp ‘el gato’ Maier, arquero alemán, Nery Pumpido o Ubaldo Fillol.

Fue de a poco entendiendo que no solo se ataja con las manos, se ataja con todo el cuerpo. Puso como meta que si una pelota entraba en su arco, sería por que el rival fuese muy bueno: ¨Si me vas a hacer un gol, clavala al ángulo y te aplaudo, de otra manera el arco es mío» afirma con dureza.

Hace ya un año que está en la escuela de futbol, jugando en dos equipos, uno como titular y otro como suplente. ¨En mi debut perdimos 7 a 1, saque un montón de pelotas pero nos metieron muchos goles. Al otro día no me podía mover¨ aseguró.

Nos comenta que tiene pensado hacer una pretemporada más fuerte para el año que viene, agregando más rehabilitación y aumentando su resistencia en el gimnasio.

HoySeJuegaFem: ¿Cómo tenes pensado hacer esos cambios?
Sonia Alesso:
En el sanatorio donde trabajo como kinesióloga. En la hora de descanso me pongo hielo o me rehabilito. Me cuido mucho y estoy intentando constantemente mejorar. Mis compañeros de trabajo me dan rutina para ambas cosas, ya tengo ejercicios preparados y cuando tengo algún dolor los hago. Es cuestión de fortalecer los músculos.

HSJF: ¿Cómo te sentís hoy en la cancha?
SA:
Estoy satisfecha. Me siento a la altura y eso a mi edad, compitiendo con gente que tiene la mitad de mis años, es todo un logro. Tengo pensado jugar un año más para darme el gusto y después pienso colgar los guantes.

Con más confianza en su desempeño nos comenta que es una arquera arriesgada: “no me quedo solo en el arco, me gusta salir y amagar, aunque me da miedo de perderla, de hecho la he perdido. Me gusta ser una opción para una descarga. Hay veces que me inhibo y otras veces que no me importa nada y en un corner quiero ir a buscar el cabezazo”.

HSJF: ¿Qué opina tu familia de que juegues al fútbol?
SA:
Mi cuñada de 60 años se reía de mi foto de whatsapp porque estoy en el arco en un partido. Sabe que amo el deporte y que con mis 52 años aún me mantengo en buen estado físico, pero no pierde oportunidad para decirme que deje de hacer eso, que me voy a lastimar, que mejor intente otra cosa. Yo siempre apuesto al fútbol, pero extraño la siesta de los domingos.

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