HoySeJuegaFem estuvo charlando con cuatro jugadoras de UAI Urquiza, el único equipo argentino que juega en diciembre la Copa Libertadores en Uruguay. Cuatro historias de unos de los clubes que más apuesta al fútbol femenino y al empoderamiento de sus deportistas.
Estudian, trabajan y juegan al fútbol. Aseguran “vivir al límite”. Cenan muy tarde y se levantan temprano, no paran. Una de ellas dice no importarle el cansancio, lo económico y estar lejos de la familia porque hace lo que le apasiona. Tienen muy claro que este deporte no es para toda la vida y se están preparando para lo que sigue después de dejar los botines.
A Miriam Mayorda le dicen “la doctora”, tiene 26 años y está en cuarto año de medicina. Es la mediocampista de UAI Urquiza. Vino hace cuatro años de Bariloche para jugar y estudiar, quiere ser médica terapista. Vive con su hermano y ve al resto de su familia una vez al año. Está lejos de sus afectos por el fútbol y su carrera. Se le ponen los ojos brillosos cuando recuerda los últimos diez días que estuvo en su ciudad en mayo, “se me pasaron volando entre todo lo que quise hacer”, cuenta.
“En la vida no hay que tenerle miedo a nada, no hay que ponerse límites, ni sentirse invadida por lo que te dice la sociedad”, dice Miriam en relación a las mujeres, el fútbol y a la vida en general. Hoy ve los resultados positivos por haber dejado muchas cosas por este deporte que practica desde niña.
El equipo tiene una jugadora internacional. Natalie Juncos (25) que es de Houston, vive en Texas pero ahora está en Buenos Aires jugando al fútbol. Es la segunda vez que está en Argentina, la primera fue en 2014 para jugar en River Plate. Es kinesióloga y licenciada en administración.
“El fútbol femenino es muy diferente en Estados Unidos, en cuanto a reglas y por lo cultural. Acá se considera en lo social ´más femenino´ el hockey que el fútbol, allá es al revés. Aunque de la última vez que vine hasta hoy, veo un cambio: más jugadoras y más incentivos de los clubes, pero falta mucho. Cuando cuento acá que soy futbolista me preguntan: ‘¿De verdad?’”, dice Natalie.
Belén Potassa (27) es delantera y Laurina Oliveros, arquera (23) están sentadas juntas luego del entrenamiento en Villa Lynch, Gran Buenos Aires. “Ella ataja los goles y yo los hago”, dice Belén bromeando. Ambas jugaron en Chile en el club Santiago Morning, de la primera B. También se conocen por haber sido rivales. Laurina reconoce que le costó aprender a perder en su rol de arquera.
“Cuando jugaba en Boca, era rival de Laurina, todas sabíamos que si le hacíamos un gol se calentaba”, recuerda Belén que viene de un pequeño pueblo de cinco mil habitantes de Santa Fe, llamado Cañada Rosquín, jugó en San Lorenzo y Rosario Central.“Ya no soy así (se ríe). Ser arquera es una responsabilidad enorme, no tengo margen de error, pero a medida que vas creciendo te meten un gol, levantas la cabeza y seguís adelante por la siguiente jugada”, expresa Laurina de Ramallo que estudia el profesorado de educación física en la UAI y logró poder vivir sola.
Para ellas hoy UAI Urquiza es la familia que en otros clubes no encontraron. “Tengo un arreglo de palabra con el club de devolverle lo que ellos me dan a mí”, cuenta Belén que es recepcionista de uno de los colegios de la UAI y estudia en la universidad martillero público.
Reflexionan que estaría bueno que las mujeres se puedan dedicar completamente al fútbol y no tener que trabajar, los hombres tienen mucho tiempo libre y un sueldo sólo por jugar. “Es un sacrificio enorme. Aunque no nos fijamos tanto en lo económico, nos concentramos en los resultados, nos estamos preparando desde enero sin ver a nuestras familias para la Copa Libertadores”, concluye Belén.
Colaboró con esta nota Guillermina Riva Carretti.
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